A nivel mundial el día de hoy, 28 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Sordera, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) aunque en México tradicionalmente se ha venido recordando el 28 de noviembre.
Según cifras de la OMS, más del 5% de la población mundial (360 millones de personas) padece pérdida de audición discapacitante (328 millones de adultos y 32 millones de niños). La mayoría de las personas con pérdida de audición discapacitante vive en países de ingresos bajos y medianos y afecta a la tercera parte de las personas mayores de 65 años.
La pérdida de audición puede ser leve, moderada, grave o profunda. Afecta a uno o ambos oídos y entraña dificultades para oír una conversación o sonidos fuertes. Aunque el término correcto es “persona con discapacidad auditiva”, es común que se les nombre personas ‘sordas’ a aquellas que suelen padecer una pérdida de audición profunda, lo que significa que oyen muy poco o nada. A menudo se comunican mediante el lenguaje de señas.
Las causas de pérdida de audición y sordera pueden ser congénitas y adquiridas. Las causas congénitas pueden determinar la pérdida de audición en el momento del nacimiento o poco después. Las causas adquiridas pueden provocar la pérdida de audición a cualquier edad, tal como por algunas enfermedades infecciosas, por ejemplo la meningitis, el sarampión y la parotiditis; la infección crónica del oído o el uso de algunos medicamentos, como antibióticos y antipalúdicos
También se adquiere por la exposición al ruido excesivo, por ejemplo en entornos laborales en los que se trabaja con maquinaria ruidosa o se producen explosiones, así como durante actividades recreativas en bares, discotecas, conciertos y acontecimientos deportivos, o durante el uso de aparatos de audio personales.
Una de las principales consecuencias de la pérdida de audición es la limitación de la capacidad de la persona para comunicarse con los demás. Los problemas de comunicación y el acceso limitado a los servicios pueden tener efectos importantes en la vida cotidiana y generar sensación de soledad, aislamiento y frustración, sobre todo en las personas mayores que padecen pérdida de audición.
Una persona con sordera congénita que no haya tenido la oportunidad de aprender en la infancia el lenguaje de señas, podría sentirse muy excluida de la vida social.
Por ello es importante promover la inclusión social de las personas con discapacidad, incluidas las que padecen pérdida de audición y sordera, por ejemplo, mediante campañas de exámenes preventivos y gestión de auxiliares auditivos.
Brenda Orozco
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