
Con mucha frecuencia en la atención clínica se observa la demanda en consultas para menores de edad, a lo largo de la práctica clínica se puede llegar a la conclusión de que los hijos son sólo mensajeros de los padres, es decir, son quienes absorben los problemas que viven en familia. La mayoría de las ocasiones el motivo de consulta es que son niños hiperactivos, con problemas de conducta en casa o en la escuela, dificultades para disciplinarlos o tienen actitudes negativas, casi desafiantes ante las figuras de autoridad. Es natural que si el pequeño vive dentro de un contexto en el cual hay tensión, preocupaciones de cualquier índole o bien, está rodeado de un ambiente frío y carente de cariño, tarde que temprano va a manifestar su desacuerdo con la manera de funcionar de la familia, y una manera de hacerlo es a través de su conducta; esto va más allá que llamar la atención (pensamiento y comentario al que se reducen sus padres), es probable que sí quiera llamar la atención pero de una forma simbólica pues lo que realmente quiere es hacer notar que en casa hay un problema del que posiblemente no se habla y mucho menos, se trata adecuadamente.
Se dice que los niños son como esponjitas, y no precisamente porque sean inteligentes, sino porque tanto a nivel neurológico como psíquico el menor no ha tenido suficientes experiencias y con ello efectivamente quedan grabadas las situaciones a las que se presenta día con día, con forme avanzan los años lo único que va ocurriendo es que se siguen afinando tanto las redes neuronales como los recuerdos y su capacidad para realizar asociaciones de tal manera que esas primeras vivencias marcan su historia. Es importante señalar que aunque los padres sepan que los niños están jugando, ven la tele o duermen y creen que no están enterados de lo que pasa en la relación de sus papás, es sólo una falsa creencia, pues los pequeños están más atentos de lo que se piensa. Es por ello que cuando ya hay más comprensión de lo que sucede en su contexto familiar ellos buscan consciente o inconscientemente llamar la atención no sólo para que se les atienda sino también para denunciar de alguna manera que algo en casa no está funcionando de manera adecuada.
Aunque no lo creamos los niños poseen la capacidad para saber cuándo algo no está marchando bien, porque conoce su contexto familiar y no se le puede engañar ni disfrazar una realidad conocida por ellos, ya que generalmente los problemas de la pareja tienen una historia, y no comienza precisamente en el presente. Es por ello que los hijos son el síntoma del malestar en la familia, son más honestos, recienten más los cambios y perciben con mayor sensibilidad. No por nada la mayoría de las consultas en las que traen a los hijos terminan quedándose en proceso terapéutico los papás; los hijos funcionan como filtro de los conflictos que desde la pareja no están resueltos.
Hay muchas conductas y actitudes que se podrían considerar normales o anormales, sin embargo si el contexto familiar posee grandes dificultades para funcionar casi cualquier conducta se podría decir que es aceptable de acuerdo a las condiciones de vida en las que vive. Los niños son excelentes filtros de los problemas de papás, sin embargo es responsabilidad de los padres buscar alternativas para ofrecer armonía y una sana convivencia, en la que la comunicación y el respeto sean fundamentales en su cotidianidad.
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