
A pocos días de la celebración de 487 años del avecindamiento de La Piedad es importante recordar quienes fueron los primeros vecinos de lo que hoy es la ciudad y las condiciones que permitieron el incremento de la población del entonces caserío de Aramutarillo. La Primera Historia de La Piedad: El Fénix del Amor, un estudio literario e histórico que realizó el académico integrante del Consejo de la Crónica del Municipio de La Piedad, Alberto Carrillo Cázares rescata, interpreta y ahonda en los hechos relatados por el primer historiador de La Piedad, Agustín Francisco Esquivel y Vargas (1714-1771), autor de El Fénix del Amor, impreso en 1764.
Las aportaciones de Carrillo a la historia de la ciudad dejan ver la importancia de la imagen del Señor de la Piedad para la identidad de un caserío que para 1687 contaba apenas con “tres casas”, como relató Esquivel. Así, el hallazgo de la imagen permitió que el vínculo religioso enlazara y congregara a los vecinos fundadores de Aramutarillo. Estos habitantes, enuncia el autor, constaba de “un numeroso grupo de vecinos mulatos, entre los cuales se distinguen los protagonistas del hallazgo del Santo Cristo; la minúscula república de indios; los vecinos españoles, especialmente los pobladores de las tres haciendas: El Potrero de Tejeda, Quiringüicharo, y Santa Ana Pacueco, contiguas a La Piedad; y los notables moradores mestizos y criollos que temporalmente desempeñaron oficios públicos, civiles o eclesiásticos y aumentaron con sus familias el vecindario”.
En este rescate literario se da cuenta que durante el primer tercio del siglo XVII Aramutarillo aparece despoblado, ya que no es mencionado en los pueblos que integran el partido de Tlazazalca, aun cuando figuraban lugares más pequeños como Taquiscuareo, el Río Grande y El Fuerte. Para 1637 comienzan a figurar algunos vecinos, evidencia el archivo parroquial de Tlazazalca y posiblemente continuó abandonado, según conclusiones de Carrillo, pues el repoblamiento arranca en la década de 1680 y 1690. Fue para 1710 que aparecen en el archivo parroquial 23 nacidos y bautizados en La Piedad, donde la población total era de 460 habitantes. En este contexto, los autores del hallazgo de la imagen que da origen a La Piedad fueron mulatos y moriscos, afirma Alberto Carrillo, los mulatos eran una creciente porción de la población novohispana que se refugiaba especialmente en el campo y las minas.
Fue hasta 1962 que el pueblo se constituye propiamente, señala el autor, es en este año cuando el vecindario recibe el nuevo nombre de Piedad y se forma el primer libro de bautismos. Entonces, a partir del hecho religioso que la formación del pueblo de Aramutarillo comenzó a acrecentar su población, pues la función religadora —como refiere el historiador Alberto Carrillo— del símbolo religioso comenzó a dar representatividad a los asentamientos de grupos españoles, indígenas y negros, cuyo origen eran sociedades mestizas.
Esquivel plasmó evidencia en El Fénix del Amor a los inventores de la imagen del Cristo de La Piedad: “en este memorable sitio [de la Huerta] se mantenía de pobre arrendario y humilde pescador, Blas Martín Uriarte, tan humilde en su fortuna como en sus negros pensamientos. Tal era Catalina de Segura su consorte… acompañábanla en su casa y servicio Juan de Aparicio y Juan de la Cruz. Este hijo de primer matrimonio y el otro, hermano de la mencionada Catarina”.
Blas Martín, Catalina de Segura y Juan de la Cruz todos de casta mulata, deja ver Esquivel y es confirmada por los hallazgos en archivo del historiador Alberto Carrillo Cázares, quien refiere que cada uno de estos actores de la tradición traspone los linderos de la leyenda y entra a los umbrales de la historia. La imagen del Cristo de La Piedad comenzó a ser representativa desde el siglo XVII, el nombre del poblado hace honor el recordado hallazgo y a siglos de distancia es para muchos, el principal símbolo identitario de la ciudad.
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