
El ciclo de vida de una familia parte de la unión de la pareja que ha tomado la decisión de desprenderse de su familia de origen para formar un nuevo sistema, más tarde viene la llegada de los hijos, la adolescencia de éstos y aparece el momento en que se van de la casa buscando su independencia ya sea porque comienzan sus estudios universitarios, tienen propuestas interesantes de trabajo o porque se casan. Justo cuando los hijos se van hay un momento al que se le llama nido vacío, lo cual significa que los hijos ya no están presentes o no por lo menos de manera constante y que la pareja o uno de los padres (según sea el caso) ya no cuenta con la compañía de los hijos. La sensación de vacío puede ser más o menos tolerable, principalmente en sus inicios de acuerdo a si la pareja logra sostener el reencuentro, es decir, si pueden conversar sobre otros temas que no sean los hijos, si pueden compartir momentos o actividades, ya que es una oportunidad para volver a conocerse, reconocerse y enamorarse. Pasar por esta etapa es una experiencia intensa, porque se extraña a los hijos y muchas veces se les llora. Es normal. Pero también se sabe que es la ley de la vida y que está muy bien que se vayan, porque buscan su propia felicidad y alternativas para realizarse.
No todos los padres y madres quieren que sus hijos vuelen, porque tienen grandes vacíos en el corazón y una enorme carencia de sentido de vida, que los lleva a retenerlos, porque si ellos se van, se quedan en la nada. Estos padres, en lugar de pulir las alas de sus hijos para que les crezcan fuertes, se las cortan y así los mantienen a su lado; para que les llenen sus vacíos, para que den sentido a sus vidas huecas, para que les solucionen su aburrimiento existencial.
Es recomendable que desde que los hijos son pequeños, los padres mantengan un espacio para su vida individual, es importante que se tenga alguna actividad e interés personal donde no esté incluida la familia, puede ser un pasatiempo, un curso, un deporte, etc. La pareja también debe tener momentos y actividades en las que no estén presentes los hijos: ciertos fines de semana, idas al cine, a cenar o visitar amigos, entre otros. Porque cuando llega el momento del nido vacío, las parejas que jamás conviven sin hijos son las que tienen mayores probabilidades de que su relación explote y termine.
En pocas palabras hay que crear una vida rica, motivada, interesante, fascinante, porque para los hijos es satisfactorio tener padres así, llenos de vida y con alegría, pensando lo menos posible en achaques y enfermedades. Hay algunas ventajas de estar en esta etapa de la vida: se tiene mayor libertad, hay mucho tiempo para actividades personales y en pareja, ya no requieren trabajar tanto para mantener a los hijos, se puede disponer de más dinero para llevar a cabo planes personales. Es un tiempo de reestructuración personal, porque se recupera tiempo y energía que podrá administrarse de forma individual y en pareja.
Psic. Myriam Maritza Montes Méndez
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